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martes, 15 de enero de 2013

La maldita comedia

Sentía la muerte caminando a mi lado posando su mano fría sobre mi hombro con una sonrisa en su rostro y arrastrando su negro ropaje por el suelo. "Bienvenido a mi dominio" logra finalmente exclamar entre risas y otros sonidos de jolgorio mientras golpeaba a las pobres almas errantes en la espalda o pasaba sus dedos helados y huesudos y muertos por su cabello. Un escalofríos recorrió mi columna y los ojos se me llenaron de lágrimas con esa sensación de muerte rondándome con su brazo. Lo miraba. Seguía sonriendo, de seguro si tuviese ojos en esos orificios negros y vacíos, estarían brillando de alegría. Que alegre contraste.

Recorrimos los largos pasillos guiados por su mano asesina, haciendo caso omiso de las flechas de colores que guiaban al resto a su destino seguro. Subimos y bajamos, a la izquierda y a la derecha, sin mucha seguridad de dónde habría de terminar. La luz entraba escurridiza por ventanales enormes y de vidrio sin realmente iluminar, feliz ilusión de vida en el reino de la fragilidad, la enfermedad y la muerte.

Y de pronto entendí que el fin del camino estaba cerca, al ver un claro a lo lejos; murallas de cristal y columnas enormes conteniendo a las visitas, algunas más visitas que otras. Un número anunciaba mi turno en la mesa donde el juez habría de decidir mi destino y sólo podía pensar en salir pronto del reino de Hades. Me acercaba a la mesa con la ansiedad aumentando y la mano de la muerte deslizándose fuera de mi hombro. Era mi turno.

"Hola. Buenos días. Quisiera pedir hora con el medico general" fue lo único que pude decir.



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