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domingo, 27 de enero de 2013

Una explicación posible de la crisis socioeconómica y otras cosas



Llegó de improvisto, de un momento a otro. O al menos así nos parecía que había sucedido; puede ser que no nos habíamos dado cuenta. No nos dimos cuenta hasta que ya era demasiado tarde, sea como sea. Y no podemos culpar a nadie más que a nosotros mismos.

Pero aun así, a pesar de ello, empezó de poco a poco.

Un caballero llega del negocio con una bolsa de pan, despliega los trozos en la mesa de su comedor, ansioso por comer algo y pensando que tendría pan para la semana entera. Qué extraño. Uno, dos, tres… cuenta los objetos sobre la mesa. Cuatro, cinco, seis… estoy seguro que había comprado más pan.

Una anciana va a retirar su pensión. Está tranquila porque toda su vida se ha preocupado de ahorrar pensando en este momento. Faltan solo dos personas. Se acerca a la ventanilla una vez que es su turno. Documentos. Busca apresurada en su cartera y entrega lo requerido. La mujer estira la mano y retira el dinero. El brillo en sus ojos se apaga de golpe. ¿Esto? ¡Estaba segura que era más! Debe haber algún error.

Y así las historias fueron aumentando exponencialmente. Extraño, sí, pero nada completamente anormal y fuera de lo común. Aún no nos dábamos cuenta.

Hasta que empezó a desaparecer dinero de nuestras cuentas corrientes y de ahorro. Lo comprado también se esfumaba, pero ya no era solo el pan para el té, sino la comida para el almuerzo. Los materiales de las escuelas desparecían, los fondos destinados a ellas se esfumaban, al igual que dinero destinado al sector público. Carteras y bolsos se perdían frente a sus dueños sin que nadie viera nada. Empresas despedían y cerraban porque sus productos desaparecían.

Frente a esto, surgieron explicaciones. Algunos culpaban a la gente pobre o al trabajador, acusándolos de estúpidos, ineptos o simplemente perversos que hacían esto a propósito, pero parecía ser demasiada coincidencia. No podía ser todo culpa de ellos. Otros, quizás la mayoría, culparon al sistema y a los grandes empresarios, pero no podían ser tan malos si se preocupaban de dar trabajo a las personas y de pagarles sueldos que no eran tan terribles. No podía ser su culpa, si al final son tan buenas personas.

Ante la ausencia de respuestas objetivas tuvimos que recurrir a lo único capaz de llegar a la verdad: la ciencia. Por días, semanas, meses y años los mejores científicos del mundo se reunieron, encerrados, intentando descubrir lo que estaba sucediendo en el mundo.

Mientras tanto, el resto del mundo discutía, protestaba, golpeaba y era golpeado, sufría por las pérdidas. Sólo un pequeño porcentaje no se vio afectado. ¡Qué suerte la suya! Nos olvidamos de la vida tranquila, en constante conflicto y preocupación, mientras nos trataban de convencer de que nada estaba sucediendo y que siempre había sido así, para no perder el control. Pero ya era demasiado tarde.

Pero todo cambió cuando los científicos hablaron. Un estadio lleno de gente se convocó para el veredicto del dream team de investigadores; el mundo entero se detuvo. Señoras y señores. Después de meses y años deliberando entre los científicos más connotados del mundo, hemos llegado a la única respuesta posible a la crisis que azota hoy en día al mundo entero: la realidad como la conocemos se está fragmentando. Un silencio total recorrió la tierra entera. El tejido mismo de la realidad se desvanece frente a nuestros ojos y no hay más que hacer que esperar a que suceda. Muchas gracias. Buena suerte. No sólo los espectadores del estadio, sino todo el mundo, todos los que en ese momento veían la transmisión se miraron, abrazaros y salieron a vivir su vida.

Así, de esta manera, el mundo fue feliz. Y a la hora predestinada por los científicos, todo el mundo se tomó de las manos, se despidió de sus seres queridos, besó a sus amantes y esperó donde quería esperar el fin del mundo y la completa fragmentación de la realidad.



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