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lunes, 18 de febrero de 2013

En nombre de la libertad



Terrorismo
1. m. Dominación por el terror.

2. m. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.
3. m. Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos. 
     (Diccionario de la Real Academia Española)



Dime un nombre. Yapo. Sólo un nombre. Si todos tus amigos son comunistas. Un nombre. Te pillamos comprando libros de comunistas, esas weas te van a traer problemas pero si me das el nombre de alguno de tus amigos comunistas te puedes ir. Yapo. Habla, mierda. Una cachetada vuela atravesando su rostro. Un hilo de sangre se escapa de su boca. ¿No vas a decir nada? Ella, la mujer amarrada y colgando del palo atravesando el techo, lo mira a los ojos, desafiante y en un intento de aferrarse a algo de dignidad. Un mínimo posible. Una fantasía cuasi delirante en su contexto. Otro golpe conecta con su mejilla. El hombre que estaba frente a ella, autor de los golpes y oficial interrogador, se soba la mano con cara de incrédulo por la fuerza utilizada en esa última cachetada. La mujer lo vuelve a mirar. Me estás doblando la mano; no quería llegar a esto. Cabo, llévela al catre.


Bienvenido. Buenos días. Algún guardia del palacio de gobierno lo recibía. ¿Cómo se llamaba el weón? ¿Pérez, Pereira, Portugal? Otro roto más, aunque sea militar. El presidente lo verá ahora. Se le había olvidado que ahora se hacía llamar presidente. Insólito. Engañar a la población para hacerles creer que podía legitimar su gobierno. Esboza una sonrisa. Pero fue una estrategia interesante manipular dispositivos democráticos para validarse como presidente. Pero de todas formas son los militares los que gobiernan y hay que aprovecharse de eso. El guardia se detiene frente a una puerta; se veía más grande de lo que se imaginaba, quizás sea un efecto simbólico, con el dictador al otro lado. Perdón, “presidente”. Se arregla la corbata y su chaqueta, contemplando el maletín que llevaba. Es hora de hacer el trato.


La oficina del General era enorme, digna de un palacio de gobierno, digna de un dictador con todo el poder que tiene. Y ahí estaba sentado en su escritorio mirando hacia afuera y hacia la ciudad, el hombre con el que venía hablar yacía en uniforme, figura imponente que encarnaba todo lo que había sucedido durante los años de dictadura. Los llevaba consigo y desplegaba hacia el resto. ¿Cómo dormirá tranquilo este hombre? Tome asiento señor. El presidente se acerca y le da la mano fuertemente, manteniendo contacto visual. El hombre de traje estaba tenso, sin saber cómo aproximarse a tamaña figura.


Y el dictador ríe. ¡Relájese hombre! Le golpea fuertemente el brazo. ¿Un vaso de whisky? ¿O prefiere acaso ron cubano, como los comunistas? Aunque hay que admitir que si algo hacen bien esos comeguaguas es su ron. Mira sonriendo a su visitante y le ofrece un vaso de alcohol, el cual recibe aun incrédulo. No lo imaginaba así, para nada. Lo imaginaba frio, calculador, seco. Pero no se mostraba así, sino que amigable, cercano y amable. Ahora, señor, a lo que vino. El hombre pone el maletín en su falda y lo abre, extrayendo un par de hojas, aun un poco ansioso. Los ojos del general brillaban. Señor Presidente, mis clientes están extremadamente contentos con cómo se han llevado las cosas en su gobierno. Desde el golpe que sus ganancias han aumentado exponencialmente a la vez que se han asegurado sus inversiones en el país gracias a sus políticas de libre mercado. Acá están entonces, los contratos por las licitaciones, además de la orden de transferencia de fondos a sus cuentas; con esto tanto usted como nosotros estaremos listos por mucho tiempo más.


¡Súbanle! Los gritos de la mujer llenaban la sala donde se encontraban. ¿Nos vas a dar los nombres ahora? Silencio. Otra descarga. ¿Y ahora? Silencio. Otra descarga. ¿Nada? La verdad es que no tenía nada que decir. Había comprado unos libros que le habían parecido interesantes. Por supuesto que militaba en el partido socialista, partido del presidente, pero eso es todo. Jamás había tomado un arma en su vida y no quería hacerlo. Había aprendido desde pequeña que quitar una vida no se justifica por nada ¿y si fueran sus hijos o parientes? No era pensable para ella. Quizás algunos compañeros del partido creían en la vía armada, pero estábamos en camino a una sociedad mejor ¿quién querría destruir eso? Lágrimas caen por sus ojos. Apenas estaba consciente de lo que pasaba a su alrededor, ya que había aprendido a bloquearlo todo para evitar el dolor. Sólo funcionaba hasta cierto punto. El hombre suspira profundamente y se dirige a un maletín que había en la parte de atrás de la sala del cual saca una vara gruesa de metal con pequeñas puntas. Esto va a ser más doloroso. ¡Denla vuelta!


Mientras introducían la vara por su vagina y ella gritaba por el dolor, su mente se encontraba en otro lugar, o al menos trataba de estarlo. Estaba caminando por la calle con su hija, mirando cómo los militares allanaban la población en donde vivían, llevándose esposos, hijos, hermanos con las manos en la cabeza y el corazón en la garganta. ¿Por qué se los llevaban? ¿Por pelear por un mundo donde ya no serían pobres? ¿Dónde los ricos no pasarán más por encima de ellos? No todos nosotros portamos rifles ni pistolas. Y aun así ¿no se supone que el estado debería garantizar nuestra vida y dignidad? Vaya forma. También llegaron los toques de queda. Militares andaban por las calles todo el día, todos los días, buscando excusas para tomarnos; no les era muy difícil. Sangre ya corría de su entrepierna y bañaba el catre hasta llegar al piso y el hombre continuaba sus movimientos y la sangre salpicaba sobre su brazo y hasta su rostro. Puta que tiene aguante esta perra. Se detiene respirando agotado y transpirando, tras haber roto la vagina de la mujer con los movimientos y las puntas de su vara de metal. Me están matando por soñar por una vida mejor y hacer todo lo posible por cumplirla. Y ellos ¿por qué pelean? El hombre se baja los pantalones mientras las lágrimas y la saliva y la sangre y los fluidos de la mujer escurrían por el metal hacia el piso.


Pronunciamiento militar ¿Cómo? El gobierno anterior era inconstitucional, estos comunistas iban a llevar el país a la ruina, por lo que tomar el poder fue un acto necesario y absolutamente constitucional dadas las circunstancias. Salvamos al pueblo del marxismo. Sin duda que eso es lo que estamos tratando de levantar como la versión oficial. Pero el pueblo no olvida fácilmente, así que es complicado, por lo menos. El hombre se mantenía sentado. Incrédulo. ¿Cómo podía creer todas esas cosas? Sonríe. Mis disculpas señor presidente. El general lo mira y ríe. No se preocupe joven. Hoy es un día de celebración. Hoy termina el principio de la venta de este país. Nos haremos ricos y le diremos al mundo que cualquiera puede serlo, pero no todos.


Y esto es todo lo que alguna vez serás. ¡Pañuelo! El suboficial le entrega un paño con el que procede a limpiar su miembro cubierto de sangre y que había marcado el cuerpo de la mujer. Mujer rota. Mujer quebrada. Mujer pobre. Negra. Mapuche. Mujer víctima de abuso, antes y ahora, por ser distinta y querer algo mejor. Pero qué importa ahora. Es sólo un medio, sólo un pedazo de carne, sólo una lista de nombres.


Pero es también una mujer fuerte. Mujer valiente. Mujer pobre. Negra. Mapuche. Mujer que no se rinde. No dice ninguna palabra mientras tiene sobre ella a aquel vil hombre. Ya iracundo por lo poco fructífero de sus métodos el hombre termina de limpiarse la cara del sudor y tira el paño sobre la mujer. ¡Perra inútil! Recibe un golpe. Ya me cansé. Llévensela. Pero no podía levantarla aquel débil hombre. No podía frente al peso de su lucha, su vida, su historia y su amor. Tres hombres pudieron levantarla apenas, pero para entonces ya no tenía sentido. Su sangre y sus lágrimas ya bañaban el suelo por el que pasaba, suelo que pronto conocería bien, pero no antes de darlo todo.


El joven se levanta y se retira de la oficina, no sin antes despedirse del dictador. Asombrado camina por los pasillos del palacio pensando en lo que había presenciado. No creía en mucho más que el dinero y eso lo tenía claro. Al igual que estos políticos y militares. Pero ¿cómo podría ahora dormir tranquilo sabiendo lo que sabe y habiendo participado como lo hizo en la venta del país y la destrucción de tantas vidas? Basta con ver los índices de pobreza en la capital simplemente, que han aumentado desde el golpe. Mientras se retira y pasa por los puntos de control militar y saluda a los policías en la calle y ve a militares entrar y salir a su gusto por el lugar algo hace click en su cabeza. Algo está mal. Una lágrima corre por su mejilla, habiendo entregado el país y a su gente en bandeja.



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